Quien duerme…otorga.
Pasamos el día esperando respuestas, todo el mundo acariciaba el acuerdo y como ocurre siempre cuando algo se convierte en deseo, toda ilusión se rompe. Los responsables…los de siempre.
Nos ponen la miel en los labios, pero sin decirnos que dentro, va incluido el avispero. Al menos nos queda el consuelo de poder gritar a los cuatro vientos que los trabajadores estamos siendo injustamente tratados. La situación me ahoga y apenas puedo tragar el pedazo de pan que llevo en las manos. Sin mirar, lo lanzo a uno de los jardines de la plaza pensando que algún gorrión despierto será el beneficiario de mi escueto almuerzo.
Le doy vueltas a la plaza, miro la estatua de D. Juan Ramón y me fijo que el agua de su humilde alberca ha subido de nivel. Toda esa agua, yo la he visto caer, porque es la misma que resbaló por sus mejillas. Por momentos pienso que él es el culpable del mal tiempo, no por maldad, sino porque quiere hacer ver a todos que con el agua no se juega. Pero en los tiempos que corren, no hay mayor ciego que aquel que no quiere ver.
Sigo dando vueltas a la plaza, vuelvo al jardín donde arrojé mi pedazo de pan, en un rápido golpe de vista lo localizo, y ¿sabes Platero cuál fue mi sorpresa al observarlo? ¡Dos diminutos ratones se lo estaban zampando!
Con sus manos señoriales colocadas en la parte superior, sujetaban cada uno por un lado del mendrugo, dejándolo así, inmóvil. Era tal la habilidad demostrada por los roedores, que me quedé observando aquel inusual espectáculo. Yo creí que aquel tierno pan acabaría en el pico de algún gorrión, pero estos sólo se oían piar allá entre las tejas.
Comieron hasta la saciedad pasando inadvertidos a los ojos de todos los viandantes, sólo hubo uno, que pudo ver como en aquel cuidado jardín había dos almas más rápidas y astutas que todos los gorriones del cielo. ¿Sabes por qué lo ví, Platero? Porque aquel era mi pan.
Como muestra el maestro en su relato “Gorriones”, estas no son las aves que yo pensaba…
¡Benditos pájaros sin fiesta fija!...Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y sólo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad…
Por todo ello, he llegado a la siguiente conclusión: A partir de hoy, señores, cuando mi pan esté en juego, no juzgaré al gorrión porque más astuto y rastrero son los bigotes…del inadvertido ratón.
Duerme, gatito, duerme.
Hasta mañana.