La noche nos ha dejado algún que otro chubasco, pero el día comienza radiante hasta morir como uno de los más primaverales que hemos tenido hasta ahora. Ya llevamos 15 días de concentración y no tenemos que esperar mucho para recibir la primera muestra de cariño. Un empleado de la limpieza nos acerca un pan redondo recién horneado.
Por el lugar donde me encuentro (Plaza del Cabildo), el detalle no se me puede escapar, porque son tantas las veces que he leído ese texto grabado…”Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón y dorado en torno – ¡oh sol moreno!- como la blanda corteza”. (“El Pan” capítulo XXXVIII de “Platero y yo”).
Le ofrecimos café a este amable moguereño el cuál declinó la invitación por los quehaceres de su labor. Gracias de nuevo.
La mañana se perpetua clara, brillante y esperanzadora. Como Juan Ramón resalta en su relato “La Primavera”, los cantos de los pájaros nos arrullan por todas partes, los gorriones, los aventajados vencejos, el clavetear de la cigüeña en la torre de la iglesia. Todo explota en una escueta primavera.
Niños con disfraces de carnaval toman el poder de las calles, unos van de leones y otros de indios, todos se dirigen hacia la jaima azul, tocan silbatos de guerra y una charanga ameniza el baile. Todo ello es una clara manifestación de la inocencia. Al pasar por nuestro lado algunos miran fijamente la jaima, como si de su cabaña india se tratara. Pasan con alboroto, y al poco tiempo, la algarabía se pierde entre las calles.
A media mañana, nos llevamos una grata sorpresa….¡Hoy tenemos una boda!
El novio, siguiendo el protocolo de la ceremonia, llegó el primero. La novia no se hizo esperar, pasados unos minutos de la llegada del novio y con la belleza extraordinaria que toda novia hace gala ese día tan señalado, posó para retratarse en el recuerdo. Se produjo el enlace en el interior del consistorio (no todo son plenos infames, también ocurren cosas bonitas en un Ayuntamiento). Y al salir, la hermana de la novia nos propuso que vitoreáramos a los novios, ya que los invitados no superaban en número ni al Club Deportivo Mazagón, (este es el inconveniente de las bodas tan familiares). Por supuesto que a nosotros para nada nos importó hacer ese pequeño favor, todo lo contrario, llegó incluso a emocionarnos. Salieron los novios a la puerta, el arroz voló en todas direcciones y desde un megáfono cubierto de pegatinas sindicales, se oyó un sonoro…¡Vivan los novios!, a lo que toda la plaza contestó: ¡Vivaaaa!. Los vítores se repitieron en tres ocasiones y por un momento aquel enlace pasó de ser privado, al más público de los amores declarados en este municipio. Salvador y Esther, que seáis muy felices.
La hermana de Esther, nos lo agradeció con un sincero deseo: “Ojala consigáis todo aquello por lo que estáis luchando”.
La primavera vive del capricho del amor y la alegría, y aunque aún no haya llegado, ayer nos hizo una breve visita.
Hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario