Tutelandia.
La partida de cartas ha comenzado, los jugadores se sientan a la mesa y comienza la subasta. El número que hay que apostar es muy importante, cada jugador debe saber hasta donde puede llegar. Todos quieren ganar y a nadie le gusta saborear el amargor de la derrota. Unos buscan al compañero de detrás para que le asesore, otros se arriesgan mostrando su instinto depredador. Todos parecen ser buenos jugadores.
El viento es ajeno a la partida, sopla sin parar buscando desarraigar a la jaima. En su interior, el público permanece expectante al resultado final. Todos desean que el juego sea justo y limpio.
Jugando al tute subastado matamos el tiempo, el tiempo nos va matando a nosotros, los jugadores reales de este juego no se dan cuenta de ese detalle, y la partida se vuelve a romper. Son 31 días y nadie parece arriesgar para ser el ganador, o al menos para que todos ganen.
No dan valor ni a los 31 días ni a los 31 trabajadores. Somos…una simple subasta.
Me detengo en la lectura del relato “Vendimia” y cito literalmente una frase de D. Juan Ramón:
“Este año, Platero, ¡que pocos burros han venido con uva! Es en balde que en los carteles digan con grandes letras: A SEIS REALES…”
Pues eso mismo está ocurriendo con nosotros. ¡Que poco importa, Platero, que llevemos 31 días concentrados en la puerta del Ayuntamiento!, ¡Que poco importa, Platero, que llevemos 20 años trabajando en el servicio!
Todo lo juegan en una partida de cartas, sin dar valor a los verdaderos naipes de la baraja. Ellos sólo quieren tener la última baza, la mejor. ¿Y quién sabe si no hay ases bajo las mangas?
Platero, yo prefiero jugar…a los chinos. Tiro las piedrecillas al aire y con mimo las intento recoger, sin que ninguna caiga al suelo. Tiendo mi mano y hago malabares para mantener todos los chinos entre mis dedos. Todos son importantes, quedarme con todos significa el triunfo. Todos mis movimientos los hago a la vista de los demás. Y si pierdo, al menos….me divierto.
Fue mi padre quien me enseñó este juego. Gracias padre, por mostrarme juegos donde la trampa no es la protagonista.
A los malos jugadores sólo les queda el amor, a los buenos, nos los quiere nadie. Ya no sé si estoy ganando ó estoy perdiendo, ni siquiera sé si estoy jugando. No sé quién tiene el as de oros, ni quien canta las cuarenta, no sé para quién serán las diez de últimas, ni siquiera si los jugadores están sentados a la mesa. ¡Oh, Platero que locura!, sólo quiero verte pasar junto a mí con las orzas llenas de oro líquido.
A los malos jugadores que empiezan una partida y no saben como acabarla…¿Os hace una a los chinos?
Hasta Mañana.
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